jueves, 27 de agosto de 2009

¿ Qué es la economía política ?

Una actividad cognoscitiva puede denominarse “ciencia” en cuanto permite establecer leyes que puedan verificarse en forma experimental, o en forma práctica. De ahí que la economía es una de las ramas sociales de la ciencia. Describe la actividad del hombre dirigida a satisfacer necesidades en uso de su libertad de elección (economía natural); por lo que cae fuera de esta perspectiva la economía dirigida desde el Estado (economía planificada). Wilhelm Roepke escribió:

“Economizar no es más que una elección entre diversas posibilidades, y la Economía no es en el fondo, sino la teoría de las alternativas”.

(De “Introducción a la Economía Política” Unión Editorial SA – Madrid 1974).

El hombre primitivo construía sus propios utensilios y elaboraba sus propios alimentos (economía individual). Luego se vislumbró la ventaja que presentaba la especialización laboral, o división del trabajo, y el intercambio posterior (economía social). Así nace el mercado, como lugar apto para los intercambios (trueque). Para facilitarlos, se creó al dinero. Producimos para otros seres humanos y los demás producen para nosotros. Juan Bautista Alberdi escribió:

“De ahí que la economía política, que es el estudio de esas causas morales de la riqueza, es una de las ciencias morales y sociales. Adam Smith dio con ella, estudiando y enseñando, como profesor, las ciencias de la filosofía moral”

(De “Estudios económicos” Librería La Facultad – Buenos Aires 1927).

La economía, como ciencia, aparece en el siglo XVIII. Desde entonces se observó que el mercado actúa como un sistema realimentado que no necesita ser regulado exteriormente, ya que es, precisamente, autoregulado. Si todos los problemas de la sociedad derivaran de la economía, tal sistema los solucionaría. Alberdi escribió:

“El trabajo y el ahorro son esas causas naturales de la riqueza, como la ociosidad y el dispendio son las causas de la pobreza. Esas cuatro palabras expresan los cuatro hechos a que está reducida toda la gran ciencia de Adam Smith”.

“La riqueza y la pobreza, según esto, residen en el modo de ser moral de una sociedad, en sus costumbres de labor y ahorro, y en sus hábitos viciosos de ociosidad y dispendio. En vez de blasonar de las riquezas del suelo, la América del Sud debiera saber que no es rico el país que no puede blasonar las riquezas de su civilización. Comprender la riqueza y la pobreza en su ser y causas morales es colocarse en el camino de aprender a salir de la pobreza y llegar a la riqueza”. (Blasonar: hacer ostentación de alguna cosa con alabanza propia).

En una economía natural, el valor de los productos viene establecido por el mercado, es decir, por los consumidores, que de esa forma orientan al productor indicando qué y cuánto producir. En la economía planificada, el valor de un producto viene asignado por el Estado, en función del trabajo que demandó su fabricación. El Estado (o quienes lo dirigen) deciden qué y cuánto producir.

El banco es el intermediario entre el ahorrista y el productor, o entre el ahorrista y el consumidor. Este consumidor, en base al crédito, sacrifica el futuro en beneficio del presente, viviendo más allá de sus posibilidades, mientras que el ahorrista sacrifica el presente en beneficio del futuro, renunciando en parte a sus comodidades.

Hay países en los que se consume más de lo que se produce, mientras que en otros ocurre a la inversa. En unos prevalece el déficit, en los otros el ahorro. La economía de una nación es un reflejo de las costumbres imperantes. Algunos piensan que la moral dominante es un efecto de la economía, pero la economía no es más que un conjunto de decisiones y de acciones humanas. De ahí que es mejor decir que la economía es un efecto de las costumbres. Alberdi escribió:

“Un empobrecimiento nacido de ideas viciosas sobre el medio de enriquecer sin las virtudes del trabajo y del ahorro, es una enfermedad moral como su causa, y sólo puede ser curada por medicamentos morales igualmente. Esos remedios consisten desde luego en el abandono de las ilusiones que buscaron riquezas improvisadas en combinaciones y artificios ingeniosos que no pueden suplir al trabajo y al ahorro, considerados como manantiales de riquezas y bienestar. Esta curación moral no puede ser sino lenta, penosa y difícil, como es siempre la reforma de los usos y de las costumbres entradas en mal camino”.

Cuando las masas irrumpen en el Estado, decidiendo el presente y el futuro de la Nación, se acentúan los males. Ya en el siglo XIX Alberdi escribía:

“El Banco de la Provincia de Buenos Aires será el pozo de Airón en que se hundirá toda la riqueza de la República Argentina, y con su riqueza, sus libertades y sus progresos”.

“Lo peor del mal es que no admite más reforma que su desaparición total. Porque su vicio no está en la forma, sino en el fondo, en la esencia de la institución. No está en el banco, sino en el banquero. Es un banquero inaccesible, inejecutable; banquero soberano que se legisla a sí mismo y que legisla a sus prestamistas pudiendo forzarlos a prestarle su dinero en virtud de leyes que tiene el poder de darle; que no recibe control ni limitación sino de sí mismo, y que sólo a sí mismo está obligado a darse cuentas”.

Hay quienes sostienen que ese banco resulta ser el medio adecuado para facilitar la corrupción de la clase política. Su déficit es absorbido por la Provincia de Buenos Aires y, a su vez, el déficit de esa provincia es absorbido por la Nación. Para cubrir esas pérdidas se efectúa emisión monetaria y de esa manera se genera inflación, o bien se cubre con préstamos requeridos a bancos nacionales o extranjeros con un incremento de la deuda pública.

El ahorro debe ser un medio para asegurar el futuro de un individuo. Sin embargo, en la Argentina, a través de la “industria del plazo fijo”, muchos hombres, en plena capacidad productiva, pretendían vivir de rentas para dejar de trabajar. El ahorro productivo pasa a ser un ahorro especulativo.

El ahorro y el trabajo conforman la base del sistema capitalista. Sin ellos es imposible el éxito económico de una Nación. Alberdi escribió:

“El ahorro, manantial más productivo de riquezas que el trabajo mismo, es, sin embargo, más penoso y difícil para el americano del sud. Es que el ahorro, como costumbre, es toda una educación: es una virtud que se compone de muchas otras y supone un grande adelanto de civilización. Sus elementos son: la previsión, la moderación, el dominio de sí, la sobriedad, el orden. Es imposible llegar a ser rico sin la posesión de estas cualidades morales. Cuando ellas abundan en una nación, esa nación no es, no puede ser pobre, aunque habite un suelo pobre. Mejor sin duda si posee un suelo fértil, pero no es más el suelo que un instrumento de su poder productor, que se compone de sus fuerzas morales”.

“La primera dificultad de Sud América para escapar de la pobreza es que ignora su condición económica. Con la persuasión de que es rica y por causa de esa persuasión, vive pobre, porque toma por riqueza lo que no es sino instrumento para producirla”.
La mayoría siente que tiene el derecho a recibir parte de la producción nacional, pero pocos son los que sienten el deber de producirla. Una sociedad con un bajo porcentaje de empresarios está condenada al fracaso económico. Algunos políticos, en forma irresponsable, se ubican como defensores del pueblo ante la “maldad empresarial”, olvidando criticar a los negligentes y a los irresponsables. Si una empresa tiene alguna ganancia, se la observa como si estuviesen robando a la sociedad. Pareciera que, para muchos, la empresa ideal es la que da pérdidas. Si da puestos de trabajo, se dice que está “explotando” al trabajador.

Así como la libertad de elección, que el hombre dispone, tiene un alto precio: el riesgo de elegir mal, la economía de mercado presenta el riesgo del fracaso. Las protestas contra tal sistema (trabajo y ahorro productivo) son similares a las protestas contra el propio Creador por habernos dado la libertad a tan alto precio.
Es criticable, sin embargo, la economía de tipo ruleta, en la que los especuladores juegan a optimizar ganancias. No existe para ellos una finalidad social de la producción, sino una búsqueda de ganancias motivadas por el simple espíritu deportivo que los impulsa a competir y a ganar.

Los temas económicos, aunque cotidianos, resultan ser bastante complicados. Las conclusiones erróneas que podemos extrae de un razonamiento, pueden evitarse si tenemos en cuenta la siguiente precaución sugerida por Henry Hazlitt:

“El arte de la economía consiste en considerar los efectos más remotos de cualquier acto o política y no meramente sus consecuencias inmediatas; en calcular las repercusiones de tal política no sobre el grupo, sino sobre todos los sectores”

(De “La economía en una lección”).

La automatización tiende a reemplazar al trabajo humano exigiendo a cada individuo mayor esfuerzo de adaptación al medio social. Por ejemplo, en un país con elevado nivel tecnológico, como EEUU, la agricultura emplea sólo el 3% de la población activa. Se estima que dentro de unos pocos años la producción industrial estará totalmente automatizada. Sin embargo, en ese mismo país, la ocupación laboral, en la producción de servicios, ha ascendido a más del 70% de la población activa. La automatización reduce costos de producción y ello implica mayores ganancias. Y esas ganancias adicionales podrán reinvertirse para producir trabajo adicional. Una nueva maquinaria, utilizada para la producción automatizada, crea inconvenientes (desempleo) en un sector y en el corto plazo, pero crea beneficios a todos los sectores en el mediano y en el largo plazo.

El trabajo productivo del hombre no consiste sólo en mano de obra, que puede ser afectada por el desempleo tecnológico, sino también consiste en gestión y administración asociada al manejo de información. En esto consiste esencialmente la diferencia entre empresarios y empleados. Los primeros son los que tienen mayores preocupaciones; de ahí la baja proporción existente en muchos países.

Debemos hacer un “examen de conciencia económico” y preguntarnos si, durante nuestra vida, hemos producido más de lo que hemos consumido. En ese caso podemos considerarnos hombres útiles a la sociedad. Por el contrario, si hemos consumido más de lo que hemos producido, debemos tratar de revertir la situación.

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