jueves, 27 de agosto de 2009

Economía y Etica



Para lograr una mejora del nivel económico y social, existen dos posibles secuencias propuestas: una consiste en mejorar la moral individual para que también mejore la economía. La otra secuencia consiste en mejorar el nivel económico de la sociedad para que, como consecuencia, mejore también el nivel ético de cada individuo. Otros suponen que no existe relación alguna entre ética y economía y que podría alcanzarse un buen nivel económico sin que exista un buen nivel ético, y viceversa. Henry Hazlitt escribió al respecto:

“Se piensa, por lo general, en los enfoques ético y económico, que la ética y la economía tienen poco que ver una con la otra. Sin embargo, ambas se encuentran íntimamente vinculadas. A ambas les interesan los actos de los hombres, la conducta humana, la decisión humana, la elección humana. La economía es una descripción, explicación o análisis de los factores determinantes, consecuencias e implicancias de la conducta y elección humanas. Pero apenas llegamos a lo que es la justificación de esos actos y decisiones o a la cuestión acerca de si éste o aquel acto o regla de acción sería más conveniente a largo plazo para el individuo o la comunidad, penetramos en el mundo de la ética. Esto es también verdad si lo que se discute es la conveniencia de una política económica comparada con otra”.

“Prácticamente no existe problema ético alguno, en realidad, que no presente un aspecto económico. Nuestras decisiones éticas cotidianas son, en general, decisiones económicas y, a su vez, casi todas nuestras decisiones económicas cotidianas tienen un aspecto ético”

(De “Los fundamentos de la moral” de Henry Hazlitt - Fundación Bolsa de Comercio de Buenos Aires - 1979).

Algunos autores liberales han propuesto éticas económicas desvinculadas de la ética asociada a la religión y la filosofía. En realidad, al existir la actitud característica en cada persona, el hombre muestra una misma actitud en cada circunstancia. Y el egoísta lo será en cada una de sus acciones, sean económicas o de otra índole. De ahí que es necesario buscar una ética única, basada en las actitudes humanas. Ludwig von Mises escribió:

“El papel histórico de la teoría de la división del trabajo tal como la elaborara la economía política inglesa de Hume y Ricardo, consistió en la total demolición de todas las doctrinas metafísicas relativas al origen y funcionamiento de la cooperación social. Dicha teoría consumó la emancipación espiritual, moral e intelectual de la humanidad iniciada por la filosofía del Epicureismo. La ética heterogénea e intuicionista de las épocas anteriores se vio sustituida por una moral autónoma racional. El derecho y la legalidad, el código moral y las instituciones sociales ya no son reverenciados como insondables decretos celestiales. Su origen es humano y el único metro que se les debe aplicar es el de su conveniencia con respecto al bienestar del hombre”

(De “La acción humana” de Ludwig von Mises - Editorial Sopec SA – Madrid 1968)

El reemplazo de la “ética de los sentimientos” por la “ética utilitaria” de algunos economistas, implica, nada más y nada menos, que aceptar el “egoísmo de a dos” como válido dentro de este nuevo marco. Como el hombre muestra una misma actitud en las distintas circunstancias de su vida, al aplicar el egoísmo aceptado por la “ética utilitaria”, se encamina en una dirección poco favorable. Ludwig von Mises escribió:

“La sociedad liberal prueba que, ante todo, el hombre ve en los demás sólo medios para la realización de sus propósitos, mientras que él a su vez, para los demás, el medio para la realización de los propósitos de los otros; que, finalmente, por esta acción recíproca dentro de la cual cada uno es simultáneamente medio y fin, se llega a la meta más elevada de la vida –el logro de una existencia mejor para todos. Dado que la sociedad sólo es posible si, mientras viven sus propias vidas, todos ayudan a vivir a los demás, si todo individuo es, al mismo tiempo, medio y fin; si cada bienestar individual es simultáneamente la condición necesaria para el bienestar de los demás, es evidente que el contraste entre yo y tú, medio y fin, queda automáticamente resuelto”

(De “Socialismo” de Ludwig von Mises - Editorial Hermes SA – México 1961)

La moral basada en los sentimientos humanos es la que ha de lograr los mejores resultados, mientras que los vínculos interpersonales a través de medios materiales, deberían pasar a un segundo plano. Ludwig von Mises agrega:

“No existe oposición entre el deber moral y los intereses egoístas. Lo que el individuo da a la sociedad para preservarla como tal lo da, no en beneficio de fines que le son ajenos, sino porque ello consulta su propio interés”.

El problema que puede encontrarse en la anterior expresión es la aceptación del egoísmo como algo favorable al comportamiento humano. El egoísmo existe en todos los seres humanos, pero debemos apuntar hacia el logro de la actitud que nos permita compartir las penas y las alegrías de nuestros semejantes. En esto vemos cierta incompatibilidad entre los principios liberales (al menos por los expresados por este pensador) con la ética cristiana, o con la ética natural. Sin embargo, podemos apuntar a un liberalismo ético, que adopte la ética cristiana, para así armonizar ambas posturas. Recordemos que la economía de mercado o economía libre, no es una invención humana, sino la resultante del libre comportamiento económico de la sociedad. Desde Adam Smith en adelante se pudo describir aceptablemente este proceso y se pudieron ver los aspectos relevantes para poder adaptarnos a ellos. La adopción de la ética natural ha de ser una mejora adicional.

Debido a que el sistema de libre empresa se da como una consecuencia de la libertad, desde la ciencia económica se dan sugerencias respecto de todo lo que favorezca el mantenimiento de esa libertad. Entre ellas aparece la deseable vigencia de un orden legal estable, de una moneda estable, etc. Debe sugerir, además, un nivel ético adecuado para sustentar el desarrollo económico pleno.

La principal duda aparece cuando se considera al egoísmo, como posible motor del orden económico. No es lo mismo decir que el sistema de la economía de mercado puede funcionar bien, a pesar del egoísmo, a decir que funcionará favorecido por ese egoísmo. Y que, a mayor egoísmo, mayor efectividad. Cuando decimos que alguien es egoísta, lo decimos con cierto fastidio, ya que lo asociamos a una persona que no le interesa lo que le suceda a los demás, sino que sólo le interesa su propia persona.

Si ese es el egoísmo al cual se refiere von Mises, podemos decir que, con seguridad, dicha actitud no es la adecuada para el mejoramiento de la sociedad o, incluso, para el buen desarrollo de la economía. Con esa actitud predominante, pronto comenzarán los conflictos de toda clase. Debemos apuntar hacia una actitud cooperativa y solidaria, como lo promueve el cristianismo, y así podremos disponer de una ética general, aplicable a todos los aspectos del comportamiento humano.

No es lo mismo decir que el trabajo individual nos ha favorecido a nosotros mismos y que, indirectamente, hemos favorecido a los demás, a decir que tenemos una satisfacción moral doble, por beneficiarnos a nosotros mismos y a los demás. Debe quedar claro que las motivaciones de nuestras acciones deben apuntar hacia la mayor cantidad de satisfacciones morales, antes que a la mayor cantidad de beneficios económicos. Buscando los beneficios morales, la ética se dará por sí sola. Recordemos que Adam Smith escribió un libro titulado: “La teoría de los Sentimientos morales”, tema que no era ajeno a su pensamiento.

Cuando decimos que la ética, o el nivel ético de los individuos, es un factor prioritario en el buen funcionamiento de la economía de mercado, debemos asociarlo a la actitud cooperativa y solidaria, y no a las actitudes egoístas. Es imprescindible aclararlo ya que una de las partes esenciales en dicho proceso de producción e intercambio reside en la competencia entre productores que tratan de lograr la mejor calidad al menor precio, que es la esencia de las ventajas del sistema. Si la competencia está asociada a una actitud de cooperación, será una competencia beneficiosa para todos y aquí predominará el lema olímpico: “Lo importante no es triunfar, sino competir” (Pierre de Coubertin). Si la competencia está asociada al egoísmo, las cosas podrán llegar a extremos poco deseables. Wilhelm Roepke escribió:

“La economía de mercado no es una excepción a esta regla. Por cierto, sus defensores, en la medida en que han sido intelectualmente exigentes, han reconocido siempre que el ámbito del mercado y de la competencia, del sistema en el que los precios y la producción son determinados por la oferta y la demanda, merece ser considerado y defendido solamente como una parte de un orden general más amplio, que abarca la ética, el derecho, las condiciones naturales para la vida y la felicidad, el Estado, la política y el poder. La sociedad en su conjunto no puede ser regida por las leyes de la oferta y la demanda, y el Estado es algo más que una especie de empresa comercial, tal como ha sido la convicción de la mejor opinión conservadora desde los tiempos de Burke”.

“Los individuos que compiten en el mercado en procura de su propio beneficio, necesitan más que nadie de las normas sociales y morales de la comunidad, sin las cuales la competencia degenera hasta los extremos más penosos. Como dijimos antes, la economía de mercado no lo es todo. Debe ocupar su lugar en un ordenamiento más elevado, que no se gobierna por la oferta y la demanda, la libre formación de los precios o la competencia. Debe estar firmemente insertada en un ordenamiento global de la sociedad, en el cual las imperfecciones y rudezas de la libertad económica sean corregidas por el derecho, y donde no le sean negadas al hombre las condiciones de vida adecuadas a su naturaleza. El hombre sólo puede realizar plenamente su naturaleza si se integra libremente en una comunidad con la cual se sienta solidario. De lo contrario, su existencia será desdichada, y él lo sabe”

“En otras palabras, la vida económica no se desenvuelve naturalmente en el vacío moral. Se halla en constante peligro de desviarse del nivel moral medio si no se la apuntala con un vigoroso apoyo ético. No cabe pensar siquiera en que pueda faltar ese apoyo, el cual, por otra parte, debe ser preservado constantemente de de la corrupción. De lo contrario, nuestro sistema económico libre, y con él toda forma de Estado o sociedad libres, están condenados a derrumbarse”.

“El mercado, la competencia y el juego de la oferta y la demanda no crean estas reservas éticas; las presuponen, y las consumen. Estas reservas deben venir de fuera del mercado, y ningún manual de economía puede sustituirlas”.

(De “Enfoques económicos del mundo actual” de Lawrence S. Stepelevich – Editorial Troquel SA – Buenos Aires 1972).

Uno de los principales problemas éticos que aparecen en las sociedades actuales (al menos en Latinoamérica), es la actitud de un gran sector de la población que no quiere trabajar, y tiene hijos en cantidades superiores al promedio de la población. Le impone al resto de la sociedad la obligación de mantenerlos. Frecuentemente se habla de la “desigualdad social” culpando al que trabaja por tener medios superiores al que no hace nada. Muchos pretenden a que lleguemos a una “miseria compartida” (socialismo) antes que a una desigualdad con esperanzas.

En forma similar, muchos renuncian a ser empresarios debido principalmente a las preocupaciones que tal decisión les ocasionará. Por ello, la proporción de empresarios será menor a la necesaria, y así, la cantidad de puestos de trabajo será menor a la requerida por la población. Luego la sociedad culpará, a los pocos empresarios que existen, por ofrecer pocos puestos de trabajo.

Si bien el consumo es un factor que alienta la producción, el consumo de cosas superfluas impide el ahorro y la inversión. Los individuos que prefieren sacrificar la seguridad futura en beneficio de la comodidad del presente, impiden su propio crecimiento económico. Ludwig von Mises escribió:

“La economía de mercado crea un ambiente que induce a practicar la abstención y a invertir su fruto, el capital acumulado, en aquellos sectores que mejor satisfacen las necesidades más urgentes del consumidor. Si no hay personas dispuestas a ahorrar, reduciendo su consumo, faltarán los medios necesarios para efectivamente ampliar las inversiones. Tales medios no pueden ser engendrados mediante imprimir papel moneda o conceder créditos sin más existencia que la escrituraria y contable. La expansión crediticia constituye la principal área de que dispone el jerarca en su lucha contra la economía de mercado” (De “La acción humana”).

Quienes promueven la existencia de controles de precios, por parte del Estado, son los que, por la comodidad de no buscar mejores precios, o por la irresponsabilidad de gastar demasiado, pretenden que sea el Estado quien cuide su propio dinero y vele por sus propias decisiones. Cuando alguien cobra demasiado por algún producto, dejará de hacerlo tan pronto como el consumidor sepa decidir qué hacer con su dinero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario